La recaudación tributaria en Brasil ha ido en aumento y la presión tributaria de Brasil rivaliza ahora con la de
los países desarrollados. Sin embargo, investigación realizada tanto por el gobierno como por la sociedad civil muestra que los pobres pagan una proporción mucho mayor de sus ingresos en impuestos que los ricos.
Se estima que las familias muy pobres —las que ganan sólo hasta dos veces el salario mínimo mensual— gastan alrededor de 48.8% de sus ingresos en impuestos. Las familias más ricas —las que ganan más de 30 salarios mínimos— se estiman que gastan sólo el 26.3% de sus ingresos en impuestos.
El impuesto a la renta de Brasil es una parte clave del problema. Los incentivos tributarios son comunes
y la carga del impuesto a la renta de los más ricos en realidad se ha reducido en la última década. Diversas reformas han introducido también nuevas exenciones tributarias para las empresas. En 1995, el gobierno aprobó una ley de reducción de la tasa de impuesto sobre la renta de las empresas del 25% al 15%, así como una serie de exenciones a los impuestos a los ingresos de las empresas. La organización de la sociedad civil brasileña INESC ha calculado que el importe de las rentas tributarias dejadas de percibir como resultado de estos generosos incentivos tributarios a las empresas ronda los $15,500 millones al año. Además, se estima que
las 5,000 familias más ricas de Brasil tienen propiedades por valor de un 40% del producto interno bruto (PIB) del país, y sin embargo los impuestos a la propiedad siguen siendo dejados de lado como una fuente
viable—y equitativa— de rentas tributarias. Hace tiempo que debió hacerse ya una reforma tributaria progresiva en Brasil.